a) El auge del fascismo es la expresión de una grave crisis social del capitalismo maduro, de una crisis estructural que como en los años 1929-1933 puede coincidir con una crisis económica clásica de superproducción, pero que rebasa ampliamente semejantes oscilaciones de la coyuntura. Se trata, fundamentalmente, de una crisis de reproducción
del capital, es decir, de la imposibilidad de proseguir una acumulación «natural» de capital, dada la concurrencia a nivel de mercado mundial (nivel existente de salarios y de
productividad del trabajo, acceso a las materias primas y a los mercados de productos transformados). La función histórica de la toma del poder por los fascistas consiste en modificar por la fuerza y la violencia las condiciones de reproducción del capital en favor de los grupos decisivos del capital monopolista.
b) En las condiciones actuales del imperialismo y de desarrollo del movimiento obrero contemporáneo, la dominación política de la burguesía se ejerce más ventajosamente –es decir, con los costos más reducidos– en el seno de la democracia burguesa que ofrece, entre otras, la doble ventaja de suavizar periódicamente las contradicciones explosivas de la sociedad mediante ciertas reformas sociales y de hacer participar, directa o indirectamente, a un sector importante de la burguesía en el ejercicio del poder político (a través de los partidos burgueses,
los periódicos, las universidades, las organizaciones patronales, las administraciones municipales y regionales, los altos cargos del aparato del Estado, el sistema de la Banca Central). Esta forma de dominación de la gran burguesía –en ningún caso única, desde un punto de vista histórico1– depende, no obstante, del mantenimiento de un equilibrio altamente precario
de las relaciones de fuerzas económicas y sociales. Cuando este equilibrio se ve destruido por el desarrollo objetivo, la gran burguesía tiene tan sólo una salida: intentar, a costa de la renuncia al ejercicio directo del poder político, poner en pie una forma superior de centralización del poder ejecutivo para realizar sus intereses históricos.
c) En las condiciones actuales del capitalismo industrial monopolista, una centralización tan enorme del poder del Estado, que implica, además, la destrucción de la mayor parte de las conquistas del movimiento obrero contemporáneo, es prácticamente irrealizable por medios puramente técnicos, considerando la enorme desproporción numérica entre asalariados y detentadores del gran capital. Una dictadura militar o un Estado meramente policial –por no hablar de la monarquía absoluta– no dispone de medios suficientes para atomizar, descorazonar y desmoralizar, durante un largo periodo, a una clase social consciente de varios millones de individuos y prevenir así todo relanzamiento de la lucha de clases más elemental, relanzamiento que se produce periódicamente por el simple juego de las leyes del mercado. Por esta razón, es necesario un movimiento de masas que movilice un gran número de individuos. Sólo un movimiento semejante puede diezmar y desmoralizar a la franja más consciente del proletariado, mediante un sistemático terror de masas, mediante una guerra de hostigamiento y de combates en la calle y, tras la toma del poder, dejarlo no sólo atomizado, como consecuencia de la destrucción total de sus organizaciones de masa, sino también desalentado y resignado.
d) Un movimiento semejante sólo puede surgir en el seno de la tercera clase de la sociedad, la pequeña burguesía que, en la sociedad capitalista, existe al lado del proletariado y de la
burguesía cuando la pequeña burguesía se ve tan duramente afectada por la crisis estructural del capitalismo maduro y se sumerge en la desesperación. En cuanto este movimiento, que se recluta especialmente entre los elementos desclasados de la pequeña burguesía, recurre a la violencia física abierta contra los trabajadores, sus acciones y sus organizaciones, ha nacido un movimiento fascista.
e) La diezmación y el aplastamiento previos del proletariado, indispensables para el cumplimiento del papel histórico de la dictadura fascista, no son posibles más que si en el periodo
anterior a la toma del poder, el fiel de la balanza se inclina de forma decisiva en favor de las bandas fascistas y en perjuicio del proletariado