Como brazos luminosos, en tu piel se extienden las calles, una ciudad de hiel. Dulce beso del metal en espera de la única caricia verdadera. Rios de sangre son el infierno fluyen un día y se secan sempiternos. De la memoria es instrumento. Por siempre atado al sufrimiento. Monumento al dolor, el hablado y el callado Testamento de tu amor yace inútil y olvidado. Testigos silencioso e indolentes Los ojos fríos de un halógeno ferviente. Y el viento que mutila y sobre la herida lleva castigo y moscas, y ninguna nueva vida. Pronto llega el final, se apaga el ruido infernal. Como un regalo perfecto desde Plutón. Completo con pompa y un moño de listón. Un día negro; el más negro de todos. y a la vez un niño se pierde en un recodo. Ella lo sabrá por teléfono. Será la última cosa que le habrás hecho.

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