Perdiste algo. No tu identificación, no tú teléfono. Periste algo que no podrás encontrar nunca más. No sumergiéndote en el mar hasta perderte, ni tampoco en tus pequeños proyectos que te hacen sentir un demiurgo. Perdiste lo más valioso que podías tener y sus rastros siguen estando en todas partes. Ring ring ring, la alarma empieza a las cuatro.